miércoles, 18 de junio de 2025

SARAMAGO

 

FALLECE JOSÉ SARAMAGO, EL HEREJE DE LAS LETRAS PORTUGUESAS

De paseo por la historia. Con una mirada breve a los eventos y personajes que impactaron al país y al mundo. 

Evaristo Regalado, 18 de junio de 2025

Iniciamos nuestro recorrido con una reflexión de Saramago, sencilla y potente, que anticipa la semilla de su pensamiento crítico:

“Si quieres tener cosecha un día, siembra ahora.”

El 18 de junio de 2010, en la localidad de Tías, en las islas Canarias, falleció el novelista, periodista, poeta y dramaturgo José Saramago, el primer autor en lengua portuguesa galardonado con el Premio Nobel de Literatura y sin duda uno de los escritores mas importantes del siglo XX. Había nacido el 16 de noviembre de 1922, en el humilde pueblo de Azinhaga, al norte de Portugal. Su infancia estuvo marcada por las limitaciones económicas: hijo de campesinos sin tierras, conoció la precariedad desde temprano. Esa experiencia no solo forjó su carácter, sino que también fue una fuente constante de inspiración y conciencia social.

La vida del joven Saramago osciló entre el trabajo físico y la pasión intelectual. Aunque asistió a una escuela técnica, su verdadera formación fue autodidacta. Pasaba horas en bibliotecas públicas, explorando los clásicos con una voracidad silenciosa. A los 12 años se trasladó con su familia a Lisboa, donde más tarde tuvo que abandonar sus estudios para contribuir al sustento del hogar, trabajando como mecánico en una herrería.

En 1947 publicó su primera novela, Terra do Pecado (Tierra de pecado), pero esta pasó casi desapercibida, no tuvo mucho éxito. No se sintió listo para continuar escribiendo y se retiró voluntariamente de la literatura por dos décadas. Durante ese tiempo ejerció múltiples oficios: trabajó como empleado público, como traductor, editor, periodista y crítico literario. En esa etapa también sufrió la mordaza de la censura impuesta por el régimen de António de Oliveira Salazar, quien también era académico y economista, un déspota ilustrado, otra muestra de que la negligencia y la brillantez muchas veces se utilizan al servicio del mal). Sin embargo, fue precisamente esa represión la que le agudizó a Saramago el pensamiento político, llevándolo a militar en el Partido Comunista Portugués y a participar activamente en la Revolución de los Claveles en 1974, que restauró la democracia en su país.

A partir de 1966 retomó su camino literario con el poemario Os Poemas Possíveis (Los poemas posibles). Le seguirían novelas que marcarían su ascenso: Levantado do Chão (Levantado o Alzado del suelo) (1980), Memorial del convento (1982), El año de la muerte de Ricardo Reis (1984), El Evangelio según Jesucristo (1991) y su obra más emblemática, Ensayo sobre la ceguera (1995), una inquietante metáfora sobre la fragilidad de la civilización.

En 1998, a los 76 años, fue distinguido con el Premio Nobel de Literatura, siendo reconocido por su capacidad para “volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía”.

Saramago escribía sin comas, sin mayúsculas al inicio de los diálogos, dejando que la lógica de las ideas guiara al lector. Su estilo, tan personal como provocador, desafiaba convenciones formales y morales. Era un autor que incomodaba, que lanzaba preguntas más que respuestas, y que creía que la literatura debía cuestionar, no conformar.

Tras su consagración internacional, publicó obras como La caverna (2000), El hombre duplicado (2002), Ensayo sobre la lucidez (2004), Las intermitencias de la muerte (2005) y El viaje del elefante (2008), que reafirmaron su estatura narrativa. Incluso poco antes de morir, continuaba escribiendo. Su novela póstuma, Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas (2014), quedó inconclusa, pero ofrece un último atisbo de su voz comprometida contra la violencia estructural del poder.

Falleció a los 87 años, acompañado por su compañera Pilar del Río. Su residencia en Lanzarote se ha convertido en una casa-museo, donde se conserva intacta su biblioteca personal y una colección simbólica de relojes detenidos a las 4:00, como si el tiempo hubiese decidido detenerse con él.

José Saramago fue, ante todo, un hereje de las letras. Creyente del poder del lenguaje, enemigo del dogma y defensor de la conciencia crítica.

Algunas curiosidades sobre la vida de Saramago:

  • José Saramago no solo fue un autor galardonado, sino también un personaje profundamente simbólico en cada acto de su vida. Una de las imágenes más poderosas asociadas a su figura está en su hogar de Lanzarote, donde los relojes están detenidos a las 4 de la tarde. No se trata de una casualidad técnica, sino de un gesto poético: esa fue la hora en que conoció a Pilar del Río, la periodista española que se convirtió en su compañera de vida. Desde entonces, quiso que el tiempo se congelara en ese instante de revelación íntima.

  • Tras el escándalo que generó en Portugal su novela El Evangelio según Jesucristo, que fue vetada por el gobierno de entonces, Saramago optó por dejar Lisboa y establecerse voluntariamente en la isla de Lanzarote. Allí encontró el refugio creativo que necesitaba. Decía que escribía “al abrigo de los volcanes”, y su casa, hoy convertida en museo, conserva no solo sus libros y su escritorio, sino también esa atmósfera de retiro intelectual.

  • Su biblioteca personal es impresionante. Abarca miles de volúmenes, todos leídos, subrayados y anotados con su letra menuda. Él mismo aseguraba que no podía confiar en nadie que no tuviera una biblioteca, y en su casa los libros no eran decoración: eran habitantes con voz propia.

  • A pesar de sus convicciones marxistas, Saramago cultivó amistades literarias más allá de las ideologías. Una de sus últimas visitas fue la de Mario Vargas Llosa. Años antes se habían distanciado por razones políticas, pero ambos sabían que la literatura es un territorio donde la inteligencia puede dialogar incluso cuando las trincheras del mundo exterior separan.

  • Terminemos con otra curiosidad: Saramago fue premiado con el Nobel de Literatura en 1998 mientras estaba en tránsito en el aeropuerto de Fráncfort. La noticia lo sorprendió camino a casa.

Saramago escribió hasta el final. Su última obra quedó inconclusa, pero sus ideas estaban vivas hasta sus últimos días. Leucémico, frágil, pero lúcido y provocador, se mantuvo fiel a su máxima: “El escritor no tiene que complacer. Tiene que incomodar”.

Hasta la próxima cuando la historia y los personajes nos convoquen nueva vez. Si te gustó, comparte. 

#Depaseoporlahistoria ##18Jun #Saramago

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