NICOLAS POUSSIN. LA PINTURA DEL REY MIDAS
De Paseo por la Historia. Con una mirada breve a los eventos y personajes que impactaron al país y al mundo.
Evaristo Regalado, 15 de junio de 2025
Comenzamos el recorrido de hoy con una reflexión que combina ética y carácter, tomada de la novela Harry Potter y el Cáliz de Fuego, adaptada al cine por Mike Newell, pero cuya sabiduría moral antecede incluso a J.K. Rowling. Dice así:
“Si quieres saber cómo es un hombre, mira cómo trata a sus inferiores, no a sus iguales.”
Tratar con cortesía a quienes comparten nuestra jerarquía es sencillo. El verdadero rostro humano, sin embargo, se revela en la manera en que nos relacionamos con quienes no tienen poder sobre nosotros: un camarero, una empleada doméstica, un portero, un niño, un animal. El respeto auténtico no responde al cálculo social, sino que brota como expresión de una ética interior.
Esta reflexión adquiere nueva profundidad al acercarnos a la figura de Nicolas Poussin, el gran maestro del clasicismo francés nacido un día como hoy, 15 de junio pero de 1594. Pero antes de sumergirnos en su obra, planteémonos una inquietud antigua: ¿está el ser humano preparado para recibir todo lo que desea? Dos frases, separadas por el tiempo, pero unidas por la sabiduría, nos alertan sobre el peligro de la codicia desbocada:
“El destino puede seguir dos caminos para causar nuestra ruina: rehusarnos el cumplimiento de nuestros deseos y cumplirlos plenamente.” — Henry Frédéric Amiel
“Cuando los dioses quieren castigarnos, atienden nuestras plegarias.” — Oscar Wilde
Poussin, en pleno siglo XVII, exploró precisamente esta temática en uno de sus cuadros más célebres: “Midas ante Baco” (1630), un óleo de 98 x 130 cm que se conserva hoy en la Alte Pinakothek de Múnich. En él se plasma el instante en que el mítico rey Midas, postrado, agradece a Baco —el Dionisos romano— por haberle librado de la maldición que él mismo había elegido.
Poussin: el pincel del clasicismo
Nacido en Normandía, Poussin se consolidó como uno de los máximos exponentes del arte clásico. Fue nombrado “pintor del rey” por Luis XIII entre 1640 y 1642, y su obra se distingue por el equilibrio, la armonía y la profundidad filosófica de sus composiciones. Cultivó escenas religiosas, históricas y mitológicas con un estilo sobrio y reflexivo, muy alejado del dramatismo barroco que predominaba en su época.
El mito detrás del lienzo
El protagonista del cuadro, el rey Midas, gobernó Frigia, en Asia Menor (actual Turquía), entre los siglos VIII y VII a. C. Según cuenta la leyenda, fue un rey obsesionado con el lujo y la riqueza. A pesar de sus vastos bienes, la avaricia lo devoraba.
La historia cuenta que un día, Sileno, un borracho y viejo maestro del dios Dionisos, fue encontrado dormido en los jardines del palacio de Midas. En un gesto inusual para un rey, Midas lo acogió y lo protegió. Dionisos, su alumno, agradecido, le ofreció un deseo sin restricciones a Midas. El rey pidió que todo lo que tocara se convirtiera en oro.
Aunque advertido, insistió. Y así fue: todo, incluso sus alimentos y bebidas, se transformaba en metal precioso. Incapaz de alimentarse, suplicó que se revirtiera el “don”. El dios Dionisos accedió y le indicó bañarse en el río Pactolo, cuyas arenas, desde entonces, arrastran partículas de oro.
Poussin no eligió representar el inicio glorioso del deseo, sino el punto de inflexión: cuando Midas, humillado, comprende que su ambición casi lo mata. De rodillas ante Baco, no celebra la riqueza, sino que agradece el retorno a la medida humana, al límite.
La pintura de Poussin nos recuerda que no todo lo deseado nos conviene y que la grandeza no está en el oro que se posee, sino en la sabiduría con que se administra el poder, incluso el de tocar.
Hasta la próxima, cuando la historia y sus personajes vuelvan a cruzarse en nuestro camino. Si este relato te iluminó, compártelo.
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