WILLIAM FAULKNER
De Paseo por la Historia. Una mirada breve a los eventos y personajes que impactaron al país y al mundo.
Evaristo Regalado, 6 de julio de 2025
Vamos a iniciar nuestro paseo de hoy con una frase de William Faulkner con la que refleja su creencia en la lucha interior del ser humano como forma de trascendencia.
“No te molestes en ser mejor que los demás. Intenta ser mejor que tú mismo.”
Faulkner, con esta breve sentencia dirige la atención hacia la mejora de nuestras potencialidades, limitaciones y debilidades desde el interior. La vida no se trata de una competencia sin sentido y desalmada por superar al prójimo en fama, riqueza o reconocimiento, sino de enfrentar al único adversario legítimo: el yo de ayer. Faulkner, se refiere, consciente o no, al mismo “superhombre” del que también habló Nietzsche, no de aquel que vence a otros hombres, sino de aquel que constantemente se supera a sí mismo.
Un día como hoy, 6 de julio de 1962, falleció uno de los grandes narradores del siglo XX: el escritor estadounidense William Faulkner, ganador del Premio Nobel de Literatura en el año 1949 “por su poderosa y artísticamente única contribución a la novela contemporánea estadounidense” (The Nobel Prize in Literature 1949 - NobelPrize.org, n.d.).
Faulkner había nacido en el corazón del sur profundo (pero no en la frontera de RD y Haití, en el Caribe) sino en Mississippi, Estados Unidos, el 25 de septiembre de 1897. Desde joven fue un muchacho callado, observador, hijo de una familia sureña venida a menos. Intentó enlistarse para luchar por su país en la Primera Guerra Mundial, pero solo lo logró a través del ejército británico. Aquella experiencia fugaz apenas se asomó en su primera novela, Soldiers’ Pay.
De regreso en su tierra natal, probó suerte en la universidad, impulsado por beneficios para veteranos, pero la abandonó muy pronto. Fue cartero (lo despidieron porque leía las cartas que trasladaba), pintor, periodista… pero su verdadera vocación latía en silencio: quería escribir.
Faulkner creó un universo entero desde su pueblo. Inventó un condado ficticio, Yoknapatawpha, tan ficticio (pero tan agreste) como el Macondo de García Márquez1. En las calles de Yoknapatawpha, en sus casas y sus campos transcurren casi todas sus historias. Allí convivían familias rotas, esclavos “liberados” aún encadenados por el racismo, patriarcas vencidos por el tiempo y mujeres marcadas por el escándalo. Un mundo desgarrado, espejo del suyo, narrado con personajes tan complejos y contradictorios como cualquier ser humano.
Su obra más conocida, El ruido y la furia (1929), retrata la decadencia de la familia Compson a través de cuatro voces distintas. La primera (y quizás más conmovedora) es la de Benjy, un hombre con discapacidad mental que recuerda el pasado en fragmentos desordenados, como si la memoria fuera un espejo roto. Le siguen los relatos de sus hermanos, cada uno cargando su propia tragedia interior. Leerla es entrar en un rompecabezas emocional que solo cobra sentido con paciencia y empatía.
Después llegaría ¡Absalón, Absalón! (1936), tal vez su obra más ambiciosa. Narra la vida de Thomas Sutpen, un hombre obsesionado con fundar una dinastía, sin importar a quién pisotee. Su historia se cuenta en espiral, a través de múltiples voces, especialmente la del joven Quentin Compson, que intenta descifrar un pasado tan lleno de silencios como de sombras. Es una novela sobre el peso de lo no dicho, sobre cómo el pasado nunca muere: simplemente se transforma.
Pese a sus inicios poco exitosos en ventas, Faulkner fue ganándose el respeto del mundo literario. Su estilo era denso, exigente, sí, pero también profundamente humano. El hombre llegó Hollywood por necesidad a trabajar como guionista, sin embargo nunca dejó de escribir para lo único que realmente le importaba: sus libros.
En su discurso de aceptación del Nobel, Faulkner afirmó que el deber del escritor era contar “la historia del corazón humano en conflicto consigo mismo”. No pudo haber elegido mejores palabras para resumir su legado. Él no escribía para gustar: escribía para comprender.
Dejó frases memorables, reflexiones tan agudas como intempestivas. Aquí citamos algunas:
“Siempre sueña y apunta más alto de lo que sabes que puedes lograr.”
Una frase inspiracional que en su contexto puro el autor circunscribe al ámbito del arte, pero que es perfectamente aplicable a cualquier esfera de la vida. El acto de crear no debe estar limitado por lo que creemos posible, sino por lo que deseamos alcanzar, aunque parezca inalcanzable. Vivir con propósito, aun sabiendo que podrías no lograrlo, es ya una forma de nobleza. Para Faulkner, el valor del intento supera al resultado.
“Se puede confiar en las malas personas. No cambian jamás.”
Una frase tan cruda como irónica y realista, una gran verdad sobre la naturaleza humana corrompida. Se puede prever lo que hará alguien malvado de antemano, porque esa persona no se desviará nunca de su naturaleza. Eso nos recuerda la fábula del alacrán (o escorpión) y el sapo (o rana), atribuida a Esopo. No es el tema del paseo, pero igual quiero transcribirla aquí para reforzar la frase de Faulkner, que viene muy a tono con ella (los créditos a quien correspondan):
“Cuenta la historia de un escorpión que le pidió a un sapo que lo transporte a través de un río. El sapo, temeroso de ser picado, se resistió, pero el escorpión prometió no hacerlo, argumentando que ambos morirían si lo picara. Parecía un razonamiento muy lógico. El sapo, convencido, accede, pero a mitad de camino, el escorpión lo pica, condenando a ambos a morir. La fábula se utiliza para ilustrar la idea de que algunas personas, impulsadas por su naturaleza, son incapaces de evitar causar daño, incluso si eso significa perjudicarse a sí mismas”
Las “malas personas” pueden parecer más confiables que las “buenas”, no porque sean virtuosas, sino porque son coherentes en su maldad. ¿Conoce usted alacranes y sapos ingenuos?. En lo que responde, continuemos con la siguiente frase de Faulkner.
“Un paisaje se conquista con las suelas del zapato, no con las ruedas del automóvil.”
Está frase encierra una profunda metáfora sobre el conocimiento, la experiencia y la relación entre el ser humano y el mundo. En apariencia, habla de viajes o de geografía, pero no: en el fondo lo que propone es una crítica al progreso superficial, apelando a una vivencia directa y lenta como forma legítima de apropiación del entorno (y del conocimiento, y de las cosas).
La influencia de Faulkner trascendió el idioma inglés. Y ya lo hemos dicho: autores como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Juan Rulfo reconocieron en Faulkner a un maestro. Aprendieron de él a narrar el tiempo como se desliza: irregular, caprichoso. Aprendieron a escribir lo que no se dice, lo que se hereda sin palabras: la culpa, la pérdida, la memoria rota.
Yoknapatawpha no figura en Waze ni en Google Maps, en Google Earth o en los mapas impresos, pero existe, como Cevicos. Late entre líneas, respira en sus personajes, se arrastra por los rincones de sus frases laberínticas. Porque Faulkner no escribió solo para contar, sino para recordarnos que lo más humano, aun lo roto, lo atrasado, lo desgastado, lo invisible e ignorado para muchos, también merece ser narrado.
Hasta la próxima, cuando la historia y sus voces vuelvan a llamar a nuestra puerta (¡uff! Que poético me quedo… ‘dito flow literario! 😅. Es broma, pero si te gustó, comparte: porque la cultura que se guarda, se olvida; pero la que se comparte, se queda para siempre.
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Referencias:
Johnson, C. (2018, February 9). Gabriel García Márquez’s road trip through Alabama. THE PARIS REVIEW. Retrieved July 6, 2025, from https://www.theparisreview.org/blog/2018/02/09/gabriel-garcia-marquezs-road-trip-alabama/
The Nobel Prize in Literature 1949 - NobelPrize.org. (n.d.). NobelPrize.org. https://www.nobelprize.org/prizes/literature/1949/summary/
García Márquez admiraba mucho tanto a Hemingway como a Faulkner, a quienes consideraba sus maestros más importantes (Dobbs, 2011). Es probable que El sonido y la furia y ¡Absalón, Absalón! Influyeran a Márquez mostrándole cómo se podía inventar un lugar entero y darle densidad histórica y emocional sin que fuera real. ↩︎