FRANCISCO DEL ROSARIO SÁNCHEZ: “YO SOY LA BANDERA DOMINICANA”
De Paseo por la Historia. Con una mirada breve a los eventos y personajes que impactaron al país y al mundo.
Evaristo Regalado, 4 de julio de 2025
“Para enarbolar el pabellón dominicano fue necesario derramar la sangre de los Sánchez; para arriarlo, también se necesita la sangre de los Sánchez”.
Un día como hoy, 4 de julio de 1861, no fue un día de fiesta, sino de duelo patrio porque en el cementerio de San Juan de la Maguana cayó fusilado uno de los más ilustres fundadores de la República: Francisco del Rosario Sánchez. Murió junto a un grupo de valientes patriotas que lo habían acompañado en una expedición armada para resistir la infame anexión del país a España, promovida por Pedro Santana.
Sánchez fue herido días antes en una emboscada en El Cercado y fue apresado y conducido ante un consejo de guerra sumario. Ante los jueces militares, encabezados por el general Domingo Lazala (a quien Sánchez, irónicamente, había defendido años atrás como abogado), asumió su propia defensa con palabras firmes y lúcidas. Cuestionó la legitimidad de las leyes bajo las cuales se le juzgaba y reivindicó su derecho (y el de todo dominicano) a luchar por la soberanía nacional. Terminó su defensa exclamando:
“Si ha de haber una víctima, que sea yo solo. Yo fui quien los conquisté para esta causa… Yo muero con mi obra”.
La expedición había partido desde Haití en junio de ese mismo año. Sánchez, quien se hallaba exiliado en Saint Thomas, había advertido al pueblo dominicano de los planes de Santana en una ardiente proclama del 20 de enero. En ella lo llamaba “el escándalo de la civilización” y denunciaba el “crimen nuevo en la historia” que significaba vender la patria al extranjero. Luego, organizó desde territorio haitiano una fuerza expedicionaria de 500 hombres, animado por su convicción de que ni las armas extranjeras ni la tiranía local podrían extinguir la llama de la independencia.
Fue capturado, juzgado y condenado junto a veinte de sus compañeros: Juan Erazo, Benigno del Castillo, Francisco Martínez, José Antonio Figueroa, Juan Dragón, León García, Segundo Alcántara, José Corporán, Pedro Zorrilla, José de Jesús Paredes, Juan Gregorio Rincón, Rudecindo de León, Manuel Baldemora, Epifanio Jiménez, Romualdo Montero, Domingo Piñeyro, Félix Mota, entre otros. Muchos de ellos, como Sánchez, apenas tenían tiempo de haber regresado del exilio.
Sánchez murió a los 44 años. Dejó tras de sí una vida entera dedicada a la libertad dominicana. Fue autodidacta, políglota, orador temido y patriota inquebrantable. Desde su niñez, su madre y el cura Gaspar Hernández sembraron en él un sentido de justicia que no abandonó jamás.
Padre de varios hijos, esposo de Balbina de Peña y figura central del proceso fundacional, Sánchez no solo firmó el Acta de Independencia de 1844, también la defendió con su vida cuando, diecisiete años después, se quiso borrar esa gesta. Al momento de morir, su último mensaje no fue de súplica, sino de afirmación rotunda:
“¡Yo soy la bandera dominicana!”
Su sacrificio no fue en vano. Las protestas contra la anexión se multiplicaron por todo el país, culminando con el grito de Capotillo en 1863 y la guerra restauradora que devolvió la soberanía al pueblo dominicano en 1865. Su sangre, lejos de apagar la causa, la alimentó.
Hoy, al recordarlo, no lo hacemos solo por memoria, sino por deber. Que no se olviden los nombres de los mártires, que no se borre jamás la indignación contra los traidores y que no se cualquierice el nombre y la condición de prócer.
Hasta la próxima cuando la historia y los personajes nos convoquen de nuevo. Si te gustó, comparte.
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