El asfalto de La Cueva y el sueño de Pilarín

Este fin de semana estuvimos en La Cueva de Cevicos, inspeccionando los trabajos del asfaltado de sus calles para informarles al respecto. Esos trabajos estaban suspendidos y continúan en esa situación a la fecha, Miércoles 12 de Mayo de 2010, faltando apenas 4 días para el "deadline" sugerido, el día de las votaciones. Sería un iluso el que esperara que después del 16 alguien se interese por darle continuidad a esa obra, a no ser que estemos en las proximidades del 2012, cuando se abra nuevamente la "zafra" de promesas en procura de votos.

Pudimos observar que ninguna de las calles tiene asfalto, como se había prometido originalmente. Sólo algunas están quemadas, es decir, le han tirado el aglutinante de betún (un líquido negro, vizcoso, pero de fluído ligero) y una capa fina de agregado (las piedritas que van por encima).

No nos parecería para nada extraño (aunque sí poco serio) que entre el Viernes y el Sábado se de la orden de movilizar los equipos pesados del  Ministerio de Obras Públicas al distrito municipal de La Cueva para que protagonicen un circo espectacular, utilizando el inocente anhelo de los cuevanos. Asfaltar las calles de La Cueva en tres días o menos (el Domingo es el día de las elecciones y no podrán estar trabajando) parece que será toda una proeza digna de consignar en los libros de los récords; a no ser, por supuesto,  que el PLD haya planeado de antemano ese "golpe de efecto" para justo antes de las elecciones y así  "chapusear" la obra y hacer un trabajo mediocre, sin calidad, durabilidad ni garantía. Esa es una actuación de engaño  típica de los políticos que suele repetirse en cada ciclo electoral.

Así que, amigos, el paso del tiempo parece estar ejerciendo presión sobre la máscara y confirmando (ojalá me equivoque), que todo esto no era más que una entretención, una estratagema (brillante desde el punto de vista político, pero vil y descarada desde el punto de vista ético) que buscaba engañar a los cuevanos para despojarles,  a como de lugar, de lo único que tiene valor para los desalmados políticos en esta temporada electoral: el voto.